No todos los criptoactivos son criptomonedas: así funcionan los ‘tokens’

Esta representación digital de un valor o servicio, emitido por cualquier entidad, abre camino a una nueva actividad económica.

A comienzos de este siglo, Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal estadounidense entre 1979 y 1987, dijo, en una famosa frase, que la última gran innovación del sistema financiero había sido la invención de los cajeros automáticos. Si viviese, seguro que Volcker no repetiría hoy lo mismo: con todos sus puntos débiles, es indudable que bitcoin, la moneda digital sin un ente central de control que empezó a circular en 2009, ha cambiado muchas cosas en los mercados financieros. Tantas que los gobiernos empiezan a preparar, muy seriamente, el lanzamiento de sus propias monedas digitales. 

Todo empezó con bitcoin; unos años después, y dado el estallido de imitadoras del proyecto fundado por el misterioso Satoshi Nakamoto, se popularizó el término de criptomonedas. Y después llegó el concepto de criptoactivos. Pero ¿no son lo mismo? No, no son lo mismo. Todas las criptomonedas, incluyendo por supuesto bitcoin, son criptoactivos. Pero no todos los criptoactivos son criptomonedas. Vamos a explicarlo. 

Los dos términos parten del mismo concepto, desarrollado por Nakamoto: diferentes entidades o individuos comparten información e incluso intercambian la propiedad de un activo, sin necesidad de un ente común que ejerza un control y poder central. Esta desintermediación se basa en la relación de confianza entre partes que no se conocen en absoluto, confianza que se logra gracias a que la tecnología blockchain permite detectar cualquier cambio en la información, y mantener una total trazabilidad de las operaciones.  

Si eso fuese todo, la diferencia entre los criptoactivos y las criptomonedas estaría simplemente en qué circula por una cadena de bloques concreta: bitcoins, criptomonedas, otros activos... Sin embargo, el concepto de criptoactivos cobra otra dimensión junto al de token, que podríamos traducir por ficha o vale. 

 

Los superpoderes del ‘token’ en ‘blockchain’

Podemos definir token como la representación digital de un valor o servicio, emitido por cualquier tipo de entidad. Esa especie de título de propiedad digital no es, realmente, un concepto muy innovador: piensa en los puntos de las aerolíneas o en las promociones de las cadenas de restaurantes o los supermercados. Son, en definitiva, tokens que estamos acostumbrados a intercambiar por internet, como antes hacíamos en formato físico.

Pero el concepto de token cobra otra dimensión gracias a blockchain: con la cadena de bloques, se pueden intercambiar esas fichas digitales de forma descentralizada, con toda trazabilidad y transparencia. 


Definimos en consecuencia criptoactivo como la traslación de un activo a una cadena de bloques para su intercambio o comercialización, con la posibilidad de dividirlo en varios tokens. Es una idea con un enorme potencial, pues no solo permite comercializar productos que hasta ahora eran indivisibles, sino también servicios; por ejemplo, intercambiar con un tercero tiempo de uso de un vehículo privado por el derecho a utilizar un espacio de coworking. Incluso, mediante la aplicación de smart contracts en la cadena de bloques, el intercambio de bienes o servicios tokenizados se puede automatizar: por ejemplo, si hay problemas con la conexión de internet justo en nuestro periodo de uso del coworking, recibimos automáticamente un token para otro momento. 

La tokenización también puede dar lugar a nuevos servicios, como están empezando a intentar en el mundo del deporte profesional: varios clubes de fútbol, como el Barcelona, el Atlético de Madrid o el Paris Saint Germain, han emitido ya, a través de la empresa Socios.com, sus propios tokens. Con esta medida, han convertido en criptoactivos actividades como un encuentro con los jugadores, entradas VIP o camisetas firmadas. 

Además, la idea se puede aplicar en multitud de ámbitos. Otro ejemplo: un barrio muy activo en el que sus vecinos quieran intercambiarse desde servicios sociales hasta grandes operaciones. La tokenización de los activos –convertidos así en criptoactivos–, “reduce la fricción y los sobrecostes asociados a la emisión, transmisión y gestión de activos tradicionales como las materias primas y los bienes inmuebles”, como explica un reciente informe de la consultora KPMG. 

El mercado inmobiliario es uno de los primeros en los que se está empezando a apostar por la tokenización de activos, y ya en 2018 se produjo en Estados Unidos una operación de importancia: la conversión en tokens del 18,9% de un hotel en Aspen, Colorado, por 18 millones de dólares. No obstante, la tokenización es especialmente interesante cuando se aplica a activos digitales; muchos expertos son escépticos sobre sus posibilidades de aplicación al trasladar activos físicos al entorno digital. 

Es cierto que todavía quedan muchos retos por resolver, como lograr un marco regulatorio y fiscal claro y específico. “La institucionalización es el paso necesario para el mundo cripto; la necesita para construir confianza, facilitar la escalabilidad, aumentar su accesibilidad e impulsar el crecimiento”, dice el citado informe de KPMG. Los reguladores van haciendo su trabajo, pero, mientras tanto, en el mundo cripto no esperan para innovar.