Ciberseguridad: el gran desafío (y la gran oportunidad) del Metaverso

El Metaverso podría definirse como una nueva dimensión digital a la que los humanos acceden en forma de avatar para hacer casi todo lo que hacen en el mundo físico: comprar, vender, producir, consumir, trabajar, formarse, jugar, divertirse y socializar, pero con una experiencia sensorial inmersiva. Es la capacidad tecnológica de replicar el mundo físico mediante un salto de gigante en el procesamiento de datos y la hiperconexión para que esa realidad alternativa funcione con fluidez. Y aquí, la seguridad, también tiene su hueco.

 

A corto, medio y largo plazo

Para entender la evolución del Metaverso hay que manejar dos escalas temporales. Por un lado el aquí y ahora de avances tangibles; y por otro, las luces largas, es decir, un futurible lleno de incógnitas.

La lista de avances que acercan el Metaverso crece de manera exponencial, por ejemplo, las enormes inversiones de los gigantes tecnológicos (Amazon, Google o Facebook, que ha cambiado su nombre por “Meta”), videojuegos online (Roblox, Minecraft, Epic Games…), inmobiliarias de lotes virtuales (Decentraland…), plataformas de teletrabajo colectivo (Accenture, Horizon Workrooms…), o versiones mejoradas de dispositivos de interacción (visores, guantes, trajes…) y de las realidades aumentada, virtual, mixta o asistida.

Por ejemplo, Bill Gates cree que en apenas tres o cuatro años gran parte de las reuniones de trabajo podrían celebrarse en Meta-plataformas y, según la multinacional financiera Morgan Stanley, las funciones de marketing y comercio electrónico ya tienen un mercado potencial de 8.300 millones de dólares en EEUU.

La interoperatividad: que esa bulliciosa variedad de plataformas y aplicaciones desarrolladas por distintas empresas se entienda entre sí y converja en un espacio único, como hoy es Internet.

 

Sus grades barreras

Aunque prometedores, estos pasos adelante no dejan de ser experiencias aisladas. El Metaverso universal y operativo tiene que vencer resistencias tan serias que es muy arriesgado predecir si esa plena madurez llegará o solo alcanzará un desarrollo intermedio. ¿Qué barreras se encuentra? La interoperatividad: que esa bulliciosa variedad de plataformas y aplicaciones desarrolladas por distintas empresas se entienda entre sí y converja en un espacio único, como hoy es Internet. Se trata de consensuar los protocolos y normativas comunes para llegar a esa convergencia operativa. Y, por otro lado, está la necesidad de garantizar otro requisito absolutamente crítico: la ciberseguridad de bienes y personas, o lo que es lo mismo, el blindaje de los datos como base de la seguridad jurídica, la confianza de los usuarios para que participen de forma masiva.

 

Exposición al riesgo

Un estudio reciente apunta a que la realización de actividades cada vez más intensas en un entorno tan inmersivo implica “todos los problemas de ciberseguridad que tenemos hoy, pero multiplicados por mil. El principal de estos riesgos potenciales sería un usuario poco formado o incluso despreocupado por su propia seguridad o la de su empresa”.

En esencia, se trata de las amenazas ciberseguridad habituales, pero llevadas a una escala mucho mayor. Por ejemplo la usurpación de identidades y cuentas para que un avatar secuestrado cometa fraudes como el robo de monedas. En este sentido, el uso extendido de criptodivisas implica por sí mismo una necesidad de servicios de seguridad especializados como la custodia física de las claves en búnkeres con protección de grado militar, que ya ofrece Prosegur de forma pionera.

Según el informe, a medida que esta tecnología avance hacia la plenitud del Metaverso, o al menos hacia una constelación de grandes plataformas, crecerán amenazas como el catphishing (perfiles falsos), chantaje por doxing (revelación de datos privados), las fisuras en la gran cantidad de objetos físicos conectados con el plano digital (el Metaverso también es híbrido) o la vulnerabilidad de niños y adolescentes. Tiene lógica este último aspecto: hablamos de una enorme red social donde la interacción está a otro nivel y con ella los posibles puntos débiles. Lo mismo puede decirse del teletrabajo o las relaciones económicas entre empresas.

 

El impacto en la emotividad humana

Otros estudios como el de la aseguradora Lloyd’s coinciden y, además, apuntan otros riesgos derivados de la condición humana sometida a ese grado de inmersión. Por ejemplo, la adicción que puede llevar a confundir la Meta-realidad con la vida analógica. No existen estudios a largo plazo sobre este impacto, pero hoy el uso compulsivo de algunas tecnologías (videojuegos, redes sociales…) causa problemas que podrían extrapolarse al Metaverso. Entre ellos, la tendencia al aislamiento social o la pérdida del sentido de la realidad, como creer que un acto delictivo en la simulación de un videojuego no tiene las mismas consecuencias que en el mundo físico.

No se trata de ser alarmistas, como cualquier otra tecnología, el concepto de Metaverso en principio es neutro, sus efectos dependen del diseño y del uso. Según los informes, controlar sus riesgos, sobre todo los de seguridad, es la condición sine qua non para aprovechar sus enormes oportunidades.