La seguridad privada es (también) una cuestión geográfica

2023 se proyecta como un año de esperanzas e incertidumbres en un mundo en que se están produciendo fenómenos trasformativos de mucho calado. Prosegur Research analiza cómo estos factores interactúan, además, con variables geográficas decisivas a la hora de entender por qué las prioridades en lo que a seguridad se refiere pueden diferir mucho de uno a otro rincón del planeta.

“Cada año que pasa resulta más evidente que nos ha tocado vivir tiempos complejos”. La frase del sociólogo alemán Norbert Elias, pronunciada poco antes de morir, a finales de la década de 1980, serviría para describir a la perfección el contexto geopolítico y social en que estamos inmersos ahora mismo. En opinión de Patricia Jurado y Puerto González, analistas de la unidad de Inteligencia y Prospectiva de Prosegur Research, el reto que se nos plantea es gestionar de la manera más eficaz posible toda la complejidad inherente a una era de cambios como la nuestra. Tanto en el campo de la seguridad, como fuera de él. 

Para Jurado y González, un análisis de las nuevas tendencias en el ámbito de la protección de las personas tiene que tener muy en cuenta las diferencias entre distintos marcos geográficos. Algunos grandes factores socioeconómicos y políticos que influyen en la estabilidad de nuestras sociedades son globales, pero a la vez locales porque adquieren características propias en cada región.  

Para Jurado y González, un análisis de las nuevas tendencias en el ámbito de la protección de las personas tiene que tener muy en cuenta las diferencias entre distintos marcos geográficos.

 

Un ejemplo claro es lo que ocurre con uno de los fenómenos políticos más llamativos de nuestra época, el llamado populismo. A la hora de abordarlo, opinan los analistas, hay que evitar el sesgo eurocéntrico y ponerse la piel de las diferentes visiones culturales para entender, por poner un ejemplo concreto, cómo los países emergentes de Asia no comparten necesariamente las políticas preconizadas desde Occidente contra el cambio climático. O la capacidad de adaptación de los países en desarrollo a fenómenos como los cortes de energía, que en Europa supondrían un colapso. 

 

Varios mundos en uno 

Partiendo de este preámbulo, las dos analistas llegan a las siguientes conclusiones sobre cómo va a evolucionar la seguridad privada en los próximos años: 

- Uno de los factores más determinantes es una polarización social que no deja de crecer, en parte vinculada al empoderamiento tanto individual como colectivo a través de la convergencia tecnológica. Una consecuencia de ese proceso transformativo será que cualquiera, incluso en una región remota, tenga acceso desde su móvil a la información y a mensajes políticos no siempre moderados. 

- En parte de África, Asia y América esa polarización responde a la defensa de identidades étnicas y de clase por parte de grupos cada vez más desconectados de las instituciones y las élites. Sus reivindicaciones pueden impactar en la configuración de los estados y en las creencias de sus poblaciones. 

- Estos fenómenos interdependientes debilitan a los estados y estimulan la desgobernanza, cuyo vacío de poder aprovechan grupos alternativos con su propia organización social: desde los cárteles de América Central y del Sur hasta movimientos como Hezbolá, los Wagner vinculados a Rusia en África y Oriente Próximo. Y no solo en América,, también se dan en países tan diferentes como Canadá o Mozambique. 

- En Europa medra la polarización país por país y en bloques, como en la acentuada oposición entre norte y sur. Además de las crisis económicas —agravadas por un conflicto con Rusia que puede convertirse en crónico—, la polarización puede hacer que la democracia se oriente a un cortoplacismo endémico, en lugar de planificar la resolución de problemas sociales, políticos y económicos a largo plazo, de forma más estratégica. 

- Por su parte, Estados Unidos parece albergar en su seno dos enfoques distintos que parecen alejarse entre sí. Por un lado el país próspero, tecnológico, opulento, y por otro el deprimido que enfrenta altos niveles de pobreza y violencia, con una segmentación entre diferentes visiones, percepciones y modelos. 

- La concentración demográfica en grandes ciudades podría permitir que esa conflictividad social y política derive en inseguridad urbana por concentración tanto de la riqueza como de la pobreza. Tan determinantes resultan las ciudades que algunos países, caso de Egipto o Indonesia, se plantean cambiar la capitalidad para compensar el desequilibrio entre territorios.  

- Queda atrás aquella época bipolar donde los bandos estaban claros. En el actual mundo con múltiples actores las alianzas son más líquidas, van y vienen en función de intereses puntuales. También cambian las referencias: muchos países africanos no se inspiran en la organización política de Oriente Próximo, sino en los movimientos latinoamericanos, con quienes comparten algunas expectativas étnicas. También pueden ser una referencia ejemplos como Catar en el Mundial cuando reivindica su identidad cultural frente a las críticas de países sobre todo occidentales.   

- Aún no está claro si algunos de estos factores implicarán una mayor conflictividad o si ocurrirá todo lo contrario. Vivimos momentos de grandes paradojas y contradicciones, con sistemas de valores extremadamente frágiles. Lo que sí se evidencia es que tanto los cambios sociales como tecnológicos hoy se dan a una velocidad mucho mayor en los países emergentes que hace décadas en los desarrollados. 

- Como conclusión general, más que en una fase caótica —sobre todo tras los impactos de la pandemia y la guerra—, estamos en un mundo entrópico donde el análisis diverso y capaz de abarcar tanto las tendencias globales como las realidades locales, permite ver el orden dentro del caos aparente para entender qué sucede y entrever qué sucederá.